No me gustan los MOOC
¿Qué necesidad tenemos hoy en día de incorporar un curso online, sin ningún tipo de garantías, como parte de la oferta educativa? Un MOOC no es más que un curso online. Para ganarse la M (Massive) debe contar con miles de alumnos. Pero eso no lo sabe el autor cuando lo monta. Así pues, la M es un deseo, una esperanza. Nos quedaríamos con los OOC, entonces, de base. Desgranemos las iniciales del acrónimo.
Una O es para Open. No dice mucho, la verdad. Casi todo es Open ahora. Este mismo artículo es Open, y millones de píldoras y contenidos educativos ya existentes desde hace veinte años largos en Internet. Lo raro es no ser Open, porque el público lo reclama, o se marcha a la competencia.
La otra O representa Online. Claro. No estaríamos aquí hablando sobre este tema si fuera en papel. Vivimos por y para el medio Online, complementado por otros (o que complementa a otros). Pero todo este medio es Online. Parece un poco de Perogrullo, como una tautología que se autosatisface con su propia definición.
Un MOOC es un tipo de recurso que puede vivir por sí mismo, aunque haya nacido de universidades, pero para el servicio de la Sociedad, sin necesidad de atentar contra esa universidad
Y la C, viene de Course. Aunque no tengo claro por qué habla de un curso. Un curso debe seguir un formato más o menos establecido, con sus objetivos, su metodología, sus piezas de información, su sistema de evaluación, etcétera. Sin embargo, en un MOOC, nadie garantiza esto. Cualquiera puede lanzar un MOOC (o un OOC con pretensiones de alcanzar el galón de la M). Pero no existe control. Ni ningún tipo de estándar, ni de seguimiento, ni de control de calidad, ni de autoría de usuarios.
Para que un MOOC sea considerado un candidato fuerte, debe ser algo más serio. Ahora mismo, es una promesa, bastante desorganizada. Se comenta mucho la integración de los MOOC en programas curriculares, pero tal y como aparecen, no tengo claro que sirvan de mucho. Además, si se integran en un programa curricular, ¿no perderían la frescura de un MOOC? No olvidemos que un MOOC es un tipo de Recurso Educativo Abierto (REA, u OER, por sus siglas en inglés). Ni el primero, ni el mejor. Únicamente un tipo de OER. Y los OER se integran en programas curriculares desde hace tiempo, dada su versatilidad, variedad y especificidad, que permite mostrar y trabajar en contenidos actualizados, sin esperar la modificación curricular del corpus oficial.
Sin embargo, se espera que los MOOC vengan ahora como panacea para la democratización de la Educación a nivel mundial, sin tener en cuenta que existen ya otros OER en el mercado, y que ya se utilizan ampliamente. Y sin tener en cuenta tampoco que los MOOC no tienen por qué representar una alternativa a nada, sino otro complemento a ser utilizado o no por el público objetivo. Parece que la universidad se vaya a caer mañana porque los MOOC tomarán el mando. Pero no me lo creo. Y no existe necesidad. Un MOOC es un tipo de recurso que puede vivir por sí mismo, aunque haya nacido de universidades, pero para el servicio de la Sociedad, sin necesidad de atentar contra esa universidad. El debate generado parece ficticio.
Aun así, si quisiéramos dotar a los MOOC de una fuerza realmente renovadora, de un recurso que potencia la Educación de forma útil y transgresora, hace falta llegar a un acuerdo sobre ciertos retos. Nueve, para ser precisos, con la Metodología como columna vertebral:
- Certificación: todavía no sabemos cuál es el sistema de certificación de un MOOC, ni cuándo se supera satisfactoriamente, ni en función de qué criterios. Tampoco existe una normalización al respecto. Así que lo que es válido para uno, resulta insuficiente para otro
- Reconocimiento de créditos: una vez certificado (mejor dicho, acreditado), un MOOC podría proporcionar créditos oficiales en programas curriculares. De esta manera, el centro estaría en la adquisición de las competencias
- Sistema de evaluación y de seguimiento: un cierto mínimo se necesita para garantizar que el alumno no es abandonado en un MOOC para que lo autocomplete según sus esfuerzos. Así, no es un curso. Se debe favorecer el autoaprendizaje, pero también la interacción grupal y la tutorización. El seguimiento por parte del profesorado debe implicar una personalización, dentro de la masificación, para que las competencias adquiridas respondan al perfil del individuo, y no únicamente al umbral genérico que se quiera establecer
- El modelo de negocio: importa la pervivencia digna en el tiempo. Lanzar un MOOC y mantenerlo, no es lo mismo. Por lo tanto, habrá que analizar claramente cuánto cuesta y quién lo paga. Ahora mismo, parece que todos los MOOC sean fruto de la buena voluntad universal de un grupo de personas. Sin embargo, un MOOC requiere inversión, tiempo y equipo. De hecho, un MOOC no debería salir al mercado sin un modelo de negocio claro y público
- La metodología: la clave, sin duda. Las tecnologías van y vienen. En cualquier caso, la tecnología detrás de un MOOC es realmente simple. Además, su metodología suele ser igual de simple. Desde luego, no suponen una revolución tecnológica, y mucho menos metodológica. Con miles y cientos de miles de alumnos, se necesita un mayor esfuerzo en el diseño instructivo del curso para llegar de manera satisfactoria, y potenciar unos resultados de aprendizaje óptimos
- El contenido de calidad: sin parámetros de calidad establecidos, cualquier contenido sirve. Debe asegurarse esa calidad, conseguir que cada lección sea efectiva y acorde con unos parámetros
- La combinación entre aprendizaje formal e informal: los MOOC, como cualquier OER, fomentan un aprendizaje informal y no-formal. Uno de sus méritos sería su combinación con aprendizajes formales, de tal manera que se centrara en el proceso y los resultados esperados y evaluables, no importa de dónde venga el contenido o el recurso utilizado
- La integración de OER en currículo oficial: si combinamos el reconocimiento de créditos, con una estrategia atrevida para incorporar aprendizaje informal en formal, de tal manera que los programas oficiales pudieran hacer uso de los OER de forma abierta y digna, lograríamos una magnificación de las fuentes de contenido y conocimiento, bajo un paraguas orquestado, de tal manera que ambas vías podrían existir por separado, pero trabajar también de forma conjunta
- La orientación hacia competencias básicas: los MOOC actuales se centran en complementar temáticas que ya existen a nivel universitario, casi en su totalidad. Idiomas, Matemáticas y otras materias similares, predican a la parroquia ya conversa. Pero dejan de lado la gran mayoría de temáticas básicas de las que podrían beneficiarse individuos con necesidades específicas. Competencias profesionales, desde tratamiento de alimentos, pasando por fontanería, o por atención al parto que, ciertamente, no forman parte de un programa oficial de Educación Superior, pero que resultarían de utilidad clara a una gran parte de la población, en función de un muestreo previo
Sin duda, todos estos retos responden a la necesidad de establecer una serie de acuerdos para definir claramente qué se considera un MOOC válido y qué no, qué parámetros mínimos deben seguirse y qué normalización se admite sin caer en el servilismo de los MOOC frente a un sistema establecido. Es decir, hasta qué punto se puede parametrizar un MOOC sin que pierda su espíritu. En cualquier caso, al menos, el debate resulta imprescindible, si queremos que estos y otros OER maximicen su impacto y su eficacia.
Daniel Burgos, 20 de junio de 2015
Logroño, La Rioja
NdA: desde que escribí este texto en 2015 hasta que se ha aprobado la recomendación de la UNESCO sobre OER, en 2019, han pasado cientos de reuniones, acuerdos y definiciones. Sin embargo, me parece que el tronco del artículo se encuentra de plena actualidad. De ahí, el recuperarlo